Mitos sobre la utilización del castigo

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Texto de Benigno Paz

Editado en la revista «El Mundo del Perro»

Año 10, siglo XXI. Tal vez podríamos activar nuestro contestador, al igual que en el popular programa de radio, para que los lectores dejasen sus comentarios. Registrar las opiniones sobre cómo ven la situación del mundo del perro en los tiempos que corren. Personalmente, me sigue sorprendiendo que con todo el material disponible, y poniendo en práctica otros modos de enfocar el manejo y adiestramiento de los perros, todavía sean los típicos tópicos los que captan la atención de los responsables de las revistas de divulgación general y, lo que es peor, de los responsables de programación de las cadenas de TV, con un impacto mayor entre los propietarios de mascotas. Menos mal que las revistas especializadas siguen haciendo un esfuerzo por mejorar la comprensión de todas las necesidades de nuestras mascotas.

Se da la impresión de que el cúmulo de verborrea y mitos de los años 50, del siglo pasado, sigue teniendo eco y continúan campando en algunos medios. En cuanto los oigan, salgan corriendo. Veamos algunos ejemplos:

 

La utilización del castigo

Se trata de uno de los temas más recurrentes para muchos de los adiestradores que lo utilizan, justifican su aplicación , y en alguos casos incluso los malos tratos. Se podrían escribir libros sobre el tema. A continuación ponemos tan sólo algunos ejemplos.

1. «Los perros no son como los humanos, a ellos un tirón de la correa no les causa ningún dolor».

Éstas son las típicas medias verdades. Es verdad que los perros no son humanos, todos tenemos claro que los perros son perros y los humanos somos humanos, y cada perro es un perro y cada humano es un humano, individuos distintos a todos los demás de su especie, únicos. Pero eso no hace que la senguda parte de la frase «a ellos un tiró…» sea cierta o acertada. El cuello es una zona muy sensible en todos los animales, es una zona de tránsito y comunicación entre órganos vitales (cerebro, corazón y pulmones). En parte, ésa es la principal razón por la que se coloca el collar en ese posición. Si a nosotros un simple golpe con un dedo puede hacernos muchísimo daño, incluso lograr que nos desmayemos, imaginémos por un momento que nos aprietan, «nos dan pellizquitos», todo alrededor del cuello, y nos restringe el paso de aire por las vías respiratorias con una intensidad y una duración que no controlamos ¿Qué nos ocurriría? ¿Cómo nos pondríamos? En ocasiones, algunos adiestradores incluso colocan el collar de ahorque a la altura de la primera vértebra cervical, en la base de la cabeza, para «obtener la máxima efectividad», esto es: conseguir que el perro sienta más el apretón aplicando la mínima fuerza posible.
Por otro lado, lo de «un tirón de la correa» no deja de ser un eufemismo ya que no debemos olvidar que lo que realmente ocurre es un estrangulamiento, la correa va unida a un collar de ahorque, cuando no a un collar metálico de ahorque con pinchos, de forma que al tirar de la correa se aprieta el cuello del perro (no es la primera vez que los perros llevan un rosario de eczemas y heridas alrededor del cuello, del tamaño exacto de los eslabones del popular collar metálico, fruto de las correcciones «mal realizadas»). Hay estudios que hablan de los graves problemas que sufren los perros en su tráquea, cuello y columna vertebral fruto de los tirones del collar, por el uso y abuso de «los tirones de la correa».

En demasiadas ocasiones, el castigo se utiliza como un modo de descargar ls frustración y muestra la falta de recursos del adiestrador. Ya sabemos que, en sí, el castigo no le enseña nada al perro. Si tenemos la paciencia de grabar un paseo de la correo con nuestro perro, podemos sorprendernos de la cantidad de veces que, de forma consciente o inconsciente, damos un tirón de la correa y apretamos el cuello del perro para «comunicarnos». Parece que cualquier excusa es buena y es casi como un tic. Tiramos para que no olisquee, no tire, ande más rápido, ande más despacio, no se distraiga, no haga pis, haga pis, para todo, básicamente para todo. Al fina, claro está su cuello pierde sensibilidad y cada vez hay que dar tirones con más intensidad o bien utilizar otras herramientas más «contundentes» (que terminaran teniendo el mismo problema». El resultado es que perro y amo se estresan, están irritados.

2. «Los perros soportan mejor el dolor que nosotros los humanos».

Pues hay humanos capaces de soportar dolores muy intensos, puñetazos, cuchilladas o balazos, y seguir tragando polvo, al frente de la batalla. Vamos que es una cuestión de motivación, mentalización y supervivencia para los humanos, y me temo que también para los perros. Hay perros y hay personas más fuertes que otras. Lo que es incuestionable es que no todos los individuos (perros o humanos) somos capaces de soportar distintos grados de dolor, y en la medida de lo posible todos tratamos de evitarlo, ya que en ningún caso (salvo por alguna patología) es algo agradable.
Digamos que a muchos perros no les queda más remedio que soportar el dolor que se le aplica, al fin y al cabo están atados por la correa, sin posibilidad u opción de poder escapar (si lo intentan se ganarán una corrección asociada a un dolor más intenso). Si se le dan «tirones de la correa» es porque están seguros de que el perro los puede sentir, siente el dolor, de lo contrario no perderían su tiempo y energías con esto.
Hay muchos perros a los que se les aplica tanto dolor, por todo y cualquier cosa, que al final caen en este estado, tan estudiado, de indefensión aprendida (es incapaz de tomar decisiones o mostrar interés alguno pues considera que nada de lo que haga o pudiera llegaar a hacer para salir de esa situación, dolor, resulta efectiva). A los humanos también nos ocurre lo mismo, caemos en un estado del que somos incapaces de salir, alejarnos, somos sillas (personas maltratadas física y/o mentalmente).
Además, no debemos olvidar que el hombre no apareción en este mundo por generación espontánea, sino fruto de la evolución, y que en ese recorrido evolutivo hemos compartido ancestros con nuestras mascotas (vertebrados) y el funcionamiento y percepción de los órganos sensoriales de nuestro cuerpo no es tan diferente como para poder asegurar que «tenemos un sentido de percepción del dolor exclusivo, distinto, más elevado». Debemos tener claro que nuestros perros también sienten dolor, como nosotros, que un tirón del cuello es molesto e irritante y que deberemos esforzarnos por utilizar técnicas de manejo que no nos induzcan a cometer ese tipo de errores.

3. «Él nunca se toma el castigo como algo personal».

Otra de esas perlas que no se sabe muy bien hacia dónde quiere llevarnos, pero parece que quiere hacernos creer que podemos dar tantos tirones de la correa cmo nos apetezca, ya que al perro no le importan y, por supuesto, eso está muy lejos de la realidad. Uno de los efectos colaterales del casstigo es que hace que se debilite el vínculo con el humano y que nuestro perro pierda la confianza en el humano, además de debilitar la autoconfianza en sus posibilidades de resolver las situaciones que se le plantean (como ya dijimos, si el castigo es persistente y sistemático termina en un estdo de indefensión, «el perro silla» incapaz de moverse). ¿Qué más tiene que hacer para demostrar que le afecta, «que es algo personal»? ¿Mordernos? Tal vez, si persistimos en nuestro pempeño, llegue a hacerlo.

Por un adiestramiento digno

Los perros, entre ellos, no se pasan el día mordiéndose, desgarrándose el cuello. Incluso cuando están en perreras, no se despellejan sistemáticamente. Hay peleas y forcejos, pero los pordiscos no son diarios, salvo en situaciones intensas de estrés. Normalmente, se pasan la mayor parte del tiempo interaccionando, jugando y cachorreando y/o descansando.
Sabemos que los perros perciben el dolor y que, al igual que nosotros, hace todo lo posible por evitarlo, utilizar este instinto básico de supervivencia como técnica de manejo y adiestramiento no deja de ser una crueldad, un maltrato. Debemos esforzarnos y hacer todo lo posible por aplicar técnicas más humanas, que respeten al perro y dignifiquen el adiestramiento.

Bibliografía:

El choque de culturas, Jean Donaldson, Kns ediciones
Back problems in dogs, Anders Hallaren.

Dominancia: ¿Realidad o ficción?, Barry Eaton, Kns ediciones