Siempre hacemos referencia al importante papel que juegan los criadores responsables en el desarrollo de los cachorros y la necesidad de que los amantes de estos animales eviten adquirir cachorros de granjas de perros o de dudosa procedencia. Es especialmente importante recordarlo en esta época del año para evitar que, de forma impulsiva, se compren cachorros que en unos meses probablemente terminen en un albergue y para potenciar que los cachorros que se destinen a una familia tengan un adecuado manejo desde las primeras semanas de vida. Esto marcará considerablemente su temperamento, ya que no todo es genética, y pontenciará las posibilidades de éxito de la adaptación del cachorro a nuestro estilo de vida.
Resulta sorprendente que, pese a todas las investigaciones y conocimientos acumulados durante años y años de estudios científicos, que están ahí a disposición de todos nosotros, y pese a los mínimos requisitos que necesitan los cachorros para lograr un desarrollo aquilibrado, así como para conseguir su adaptación e integración con los humanos, sigamos ignorándolos y actuando sin hacer esfuerzo alguno por ponerlos en práctica por el bien de los perros, los humanos, los criadores y las distintas razas. ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiéndolo?.
La importancia de los primeros días
La mayoría de los estudios científicos se realizaron en los años 50, muchos de ellos, de ética cuestionable, bajo el prisma de los parámetros actuales pero con conclusiones que no deberíamos ignorar para no hacer que el esfuerzo y sacrificio realizado caiga en saco roto. La obra de refencia de Scoot and Fuller, -genetics and social behavior of the Dogs recoge muchos de aquellos experimentos que pusieron de relieve la importancia de ofrecerle a los cachorros un entorno enriquecido, con variedad de estímulos y la necesidad de mantener un contacto físico directo y diario con sus cuidadores (dadas las graves consecuencias que suponía para los cachorros la ausencia de todo eso).
Ya sabemos que los cachorros, cuando nacen, parecen indefensos, ciegos, sordos, con movilidad muy limitada, sin capacidad de controlar su temperatura corporal, motivo por el que buscan, con sus movimientos corporales reptando en círculo, gracias al empuje que realizan con sus patas delanteras, la fuente de calor más próxima que, por lo general, encuentra en su madre y en el resto de los miembros de la camada, y que esta indefensión es capaz de desencadenar toda nuestra ternura y sentimiento de protección.
Hemos observado en numerosas ocasiones que en esos primeros días los cachorros dedican su apacible existencia a comer, dormir, acercarse a la fuente de calor si tiene frío y alejarse de ella si tiene demasiado calor. Todo lo que necesitan está próximo y «servicio a domicilio en atención personalizada», comida, calor, masajes para evacuar antes de las comidas y horas y horas de descanso mientras el cuerpo sigue desarrollándose, los sentidos terminan de formarse y el sistema nervioso completa su mielinización para poder trasmitir los estímulos a la velocidad de respuesta requerida, para poder captar estímulos y sincronizar músculos para emitir una respuesta adecuada y controlada. Los estuidos científicos nos dicen, además, que los niveles de registro de actividad cerebral no varía mucho entre la vigilia y el sueño. También que durante los cinco primeros días su madre responderá solícita y con premura ante sus gimoteos de demanda por fío o estrés (cuando, por ejemplo, el cachorro se encuentra demasiado lejos del resto de la camada como para acercarse con su reducida movilidad, (Dunbar 1981).
Aunque parecen indefensos y aislados del mundanal ruido, en su brurbuja, con sólo esporádicos momentos de lucidez, empujados por su insaciable apetito que su capacidad de succión le permite aliviar, disponen de herramientas básicas ya operativas que le permiten realizar respuestas primitivas, reflejos incondicionados y establecer las primeras asociaciones y un rudimentario aprendizaje (acercamiento a los estímulos agradables, comida, calor y evitación del dolor o del frío). Los cachorros son sensibles a la presión, tienen su sentido del gusto operativo y un olfato rudimentario, que les permiten reaccionar ante posibles amenazas y ante estímulos dolorosos, gimoteando por ejemplo, orientarse en el entorno y reconocer a su madre (su fuente de calor, alimento y alivio para evacuar). La torpeza de sus movimientos y su limitada percepción de estímulos es debida a que su sistema nervios todavía no ha completado el proceso de mielinización, (tan sólo presente para el sentido del gusto y para los músculos de succión que si están perfectamente operativos) pero ya es capaz de evitar el contacto metálico y preferir el contacto con texturas suaves.
El destete
Todos hemos visto los esfuerzos que hace la madre por mantener limpio el nido estimulando a sus cachorros durante las dos primeras semanas, generalmente antes de las ingestas, para que evacuen, algo que podemos tratar de imitar, en casos de necesidad, con una esponja húmeda para ayudar a mantener limpios a los cachorros, al fin y al cabo son atenciones que resultan placenteras y que fortalecen el vínculo.
En los tiempos modernos, en las granjas y explotaciones extensivas de perros, se desteta a los cachorros de forma prematura, para que puedan llegar a los mercados, generalmentee en otros países con mayor nivel económico, en el periodo del año con más demanda, que puedan «mostrarse», y tal vez para reducir costes y riesgos (alimentación, deterioro de la madre, enfermedades, etcétera). Algunas de las consecuencias de este proceder ya quedaron reflejadas en los experimentos de Scoot (1959) que observó que los cachorros que eran tratados de este modo mostraban mayor tendencia a succionar/chupar las mantas u otros objetos suaves, incluso las orejas o rabos de otros perros próximos, algo que se pone de manifiesto también en los perros ya adultos en situaciones de estrés, por ejemplo en perreras. Cuarenta años después nos seguimos encontrando con el problema se siguen poniendo por delante los intereses económicos y se destetan a los cachorros prematuramente.
Hasta completar el período de transición, a los 21 días aproximadamente, el cachorro sigue con su desarrollo neurológico, lo que posibilita que mejore su locomoción, que comience a mostrar los primeros movimientos voluntarios y a percibir estímulos con otros sentidos (vista y oído comienzan a estar operativos). Se desata el bombardeo de percepciones y experiencias, su curiosidad y ansias, sin temor, de descubrirlo todo. Comienzan las infatigables sesiones de juego con el resto de la camada, la investigación del entorno olfateando, escarbando, mordisqueando, portando objetos en su boca para despertar la envidia del resto de la camada, al tiempo que ya mueve su cola para dar mayor énfasis a sus movimientos. Tan a gusto se encuentra que ya conmienza a mostrar su estrés si se siente aislado, si o siente la proximidad o el olor de los suyos, algo a tener en cuenta cuando enviemos al cachorro con su nueva familia, una prenda impregnada con el olor de la madre y la camada le hará más llevadera la separación.
Es una etapa de feliz frenesí con permanentes interacciones y juegos sociales, con intercambio permanente de roles (perseguidores y perseguidos, agresor y agredido). Aprendiendo a controlar la fuerza de sus mandíbulas, con sus afilados dientecillos, por la reacción de sus congéneres, algo que podemos utilizar para enseñarle al cachorro lo frágil que es la piel humana y lo sensibles que somos ante el contacto con sus afilados dientes, diciendo un ¡haaayyy! cada vez que nos aprieta en nuestras interacciones y lograr así la inhibición del mordisco.
Será durante el período crítico de socialización (de tres a doce semanas), cuando se incremente su potencial de aprendizaje, el adiestramiento y/o la modificación de comportamientos, siendo mucho más receptivo a la estimulación social y ambiental. Muchas de las cosas que el cachorro aprende durante este período perduraran y marcan las bases de muchos de los comportamientos del perro adulto. Es por ello que siempre remarcamos la importancia de prestar atención al cachorro durante estas semanas como la mejor inversión que podemos hacer para lograr que llegue a ser un perro adulto con el que poder convivir y que se adapte a nuestro estilo de vida, y ello depende en gran medida de la labor de los buenos criadores.
El mínimo que se le debe exigir a un criador responsable:
*Que dedique tres minutos al día, de forma personalizada, a cada cochorro de la camada, algo muy complicado desde luego para los centros de cría masificada con escaso personal y mal remunerado.
* Que exponga al cachorro a moderados y controlados niveles de estrés, manejo en otro entorno, moderados y controlados cambios de temperatura, alejándolo durante unos minutos del resto de la camada y dejándolo en un lugar confortable.
* Que no destete prematuramente a los cachorros (nunca antes de las seis semanas).
Cosas sencillas de realizar y que tendrán un importante y beneficioso impacto en el temperamento del cachorro para sobrellevar las situaciones de estrés, la separación de sus seres queridos, en su capacidad de aprendizaje y en la resolución de problemas. Tampoco parece que sea tanto pedir. Los animales que se crían bajo estas sencillas pautas son más manejables, muestran mayor estabilidad emocional y responden mejor al adiestramiento, sobrellevando mejor las situaciones de estrés.
El temperamento de un perro adulto quedará marcado/deteminado directamente por la cantidad de estimulación en el período previo al destete. Los cachorros que no reciben estimulación serán mucho más reactivos, temerosos e inseguros cuando lleguen a la edad adulta.
Este artículo no tiene fines comerciales, sino meramente divulgativos del trabajo de Benigno Paz y de la Revista del Mundo del Perro.